1. Mi camino hacia la comprensión del ser humano¶
¿De dónde viene la enfermedad? Esta es la pregunta que se hace todo paciente con dolor. Durante mis estudios de medicina en Friburgo y a lo largo de mi formación especializada, tuve la oportunidad de adquirir una amplia gama de conocimientos de la literatura especializada y de médicos experimentados. Por lo tanto, consideraba que conocía la respuesta a la pregunta: "¿De dónde viene la enfermedad?". Pero muy pronto tuve en mi consulta un paciente para cuya dolencia no tenía una solución satisfactoria.
Caso 1
Mi paciente, un adulto mayor, tenía un problema que le molestaba desde hacía tiempo. Sus oídos estaban "obstruidos" y acudió a mí para librarse de este desagradable síntoma. Me resultó fácil diagnosticarle. Se trataba de un trastorno funcional de la ventilación del oído medio, la llamada trompa de Eustaquio, situada entre la garganta y el oído medio. Según la medicina convencional, la causa de esta afección es la falta de fluido en el sistema circulatorio del paciente. Entonces, le aconsejé que bebiera más agua, creyendo que el problema se solucionaría.
Pero al cabo de unas semanas, el paciente volvió a la consulta: "Doctor, he bebido tres litros de agua al día, pero mis oídos siguen obstruidos". Como médico, podría haberle aconsejado que bebiera aún más agua. También podría haberme referido a la edad del paciente y haberle explicado que su enfermedad era un síntoma común de la vejez. Pero en ese caso, ¿habría encontrado la verdadera causa de la enfermedad?
Mis conocimientos especializados eran suficientes para poder nombrar los síntomas y hacer diagnósticos, pero no sabía la respuesta a la pregunta de por qué estaba enfermo mi paciente. Como médico, sin embargo, quería poder decir con la conciencia tranquila cuál era la causa de la enfermedad de mis pacientes, para poder ofrecerles la solución que eliminara los síntomas. Ya no quería dejar a mis pacientes sin una solución a sus preguntas, sino darles respuestas que yo mismo pudiera entender.
Mi nombre es Dr. Horst Müller. Desde hace 20 años soy otorrinolaringólogo en Weinheim, Alemania. Como médico, es importante para mí llegar al fondo de la causa de la enfermedad, porque tratar solamente los síntomas no es suficiente para mí. Para ello, podemos poner un ejemplo sencillo: la causa del moho en la casa puede explicarse fácilmente, porque sabemos que el moho está causado por la humedad. Si un especialista se limita a recomendar un producto anti-moho para remediar la situación, sin eliminar la causa, el problema no se solucionará. El producto anti-moho no eliminaría la humedad (la causa). Los deshumidificadores tampoco serían una solución, sino sólo un tratamiento sintomático mientras no se haya eliminado la causa de la humedad. Sólo cuando se haya identificado y eliminado la causa de la humedad se podrá combatir realmente la aparición de moho.
En muchas profesiones, los especialistas son expertos en su campo. Un mecánico de coches conoce cada pieza del vehículo. Un arquitecto conoce las propiedades de los materiales de construcción que utiliza. Pero el médico, la mayoría de las veces, no conoce realmente a la persona y, por lo tanto, no puede encontrar la causa de su enfermedad. Desafortunadamente, en la mayoría de los casos, la medicina no puede explicar la causa de la enfermedad del paciente, porque simplemente es desconocida. Esta falta de conocimiento se debe al hecho de que, en la medicina, muy rara vez se considera al hombre como un ser completo.
En las consultas médicas, me centraba en la nariz o el oído del paciente, pero a raíz de las preguntas que me hacían, empecé a preocuparme por la persona en su totalidad. Durante mi formación fui muy bien entrenado en el reconocimiento de síntomas y era capaz de examinar a 70 pacientes en 5 horas. Si el primer paciente hubiera vuelto a mí después de consultar los otros 69 casos, no le habría reconocido como persona. Pero por su nariz hubiera notado que ya le había visto una vez ese mismo día. Esta situación con preguntas sin respuesta me inquietaba, porque, hablando en sentido figurado, no quería vender remedios para el moho sin saber por qué la pared se estaba humedeciendo.
Para averiguar la causa de la enfermedad, no busqué en libros ni en internet, sino que le pregunté a los propios pacientes. Como el tiempo para hablar con 70 pacientes en 5 horas era demasiado corto, para mí se volvió necesario dedicar más tiempo a mis pacientes para hablar con ellos.
El primer paso fue crear una línea de tiempo cronológico con el historial médico de mis pacientes. Anoté todas sus afecciones, enfermedades graves y leves, incluyendo las operaciones y los partos.
Anotar el historial médico es un procedimiento común en medicina. Si realmente quieres conocer a tus pacientes, necesitas dedicar algún tiempo a esto. Yo continúo aun haciendo este tipo de encuestas y, algunos pacientes se sorprenden de tener que responder tantas preguntas a un especialista otorrino. Entonces les explico que necesito el cuadro completo del paciente y que no me limito solamente al síntoma que me presentan. Necesito conocer a la persona completa, con todas sus enfermedades.
Como contrapunto a las enfermedades y las intervenciones médicas, he colocado junto a ellas la historia de vida del paciente. Los aspectos más importantes son las relaciones más cercanas y los acontecimientos vividos, a nivel mental estas son las cosas más importantes para la persona. Así, he incluido las relaciones con los padres, de los padres entre sí, con el cónyuge, con los hijos, etc. También he añadido acontecimientos como el matrimonio, el divorcio, la muerte de familiares cercanos, la situación profesional, los cambios importantes como el cambio de trabajo y el cambio de residencia. También son importantes los eventos de vida significativos como traumas, experiencias de violencia y abusos. Comparé todos estos puntos de la línea de tiempo con las dolencias físicas.
Tras comparar estos datos, me di cuenta de que nada se ajustaba mejor a los síntomas de mis pacientes que su "historial mental". Lo mismo ocurría con el paciente de los oídos obstruidos. No era nada de índole físico lo que desencadenaba las dolencias y disfunciones de los pacientes. Comprendí que tenía que haber una relación directa entre lo que la persona había experimentado y sus dolencias físicas. Entonces, ¿la causa del oído obstruido era la falta de fluídos o un pensamiento? Para encontrar la respuesta, tuve que profundizar en un tema que la medicina convencional sólo investiga superficialmente: [el pensamiento humano]{.underline}, o mejor dicho, los pensamientos y su función en los humanos.
Así que tuve que preguntarme: ¿Qué son los pensamientos?, ¿De dónde vienen? y, lo que es más importante, ¿Dónde inician? Después de todo los pensamientos deben tener una sede y un principio.
Tras muchas historias clínicas e historias de vida de mis pacientes (ya por encima de diez mil de ellas), comprendí cuál es la causa de las enfermedades del ser humano.